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Um olhar estrangeiro sobre o escrete

Por João Paulo Cuenca, do El País 

Los dias que Brasil juega en el Mundial son como un lunes de carnaval en Rio de Janeiro – con el agravante de que este carnaval se lleva a cabo cada cuatro años. Esto no significa que solamente habrá feriado bancario, sino que también todo el comercio y las oficinas de las empresas y del gobierno estarán cerradas durante las tardes de los partidos de la selección brasileña. Las avenidas principales desiertas evocan un escenario post-apocalíptico hasta que al doblar en una esquina encontremos un bar. Que es lo único que se abre durante los partidos. Por lo general se llenan con multitudes hipnotizadas que apuntan sus ojos para los omnipresentes aparatos de televisión. Porque se toma mucho al ver a la selección. Se toma antes, durante y después de los partidos. Como la ciudad se emborracha, se pone eufórica, suceden fiestas y shows programados en todos lados. Y hoy la empezaron con todo, temprano, porque el partido fue a las tres y media de la tarde, hora local.

Es por eso que escribo este texto, que voy a dictar por teléfono a mi traductor, en una libreta, ya sentado en el mostrador de un bar. Volver para mi casa sería como trabajar en día de partido de la selección en el Mundial, que es algo inconcebible para cualquiera de nosotros.

Pero no he visto el partido de Brasil contra Corea del Norte tomando cerveza en un boliche, lo he visto en un cine, en el barrio de Botafogo. En 2002 también vi el primer partido del Mundial en un cine – se trata de una nueva tradición en la ciudad – y tuvimos suerte.

Puedo estar en desacuerdo con Dunga y los jugadores seleccionados, pero no van a ser ellos los que me van a impedir de hinchar por la Selección Brasileña – que es mucho más grande que un técnico y once jugadores. Más grande, yo diría, que un país.

Desafortunadamente el equipo brasileño, con un mediocampo formado por tres volantes y un Kaká visiblemente apático y fuera de estado, no mostró cualquier calidad que justificara la mítica de su camiseta verde y amarilla. El primer tiempo del partido fue tan pero tan aburrido que el cine todo se calló la boca y hasta las vuvuzelas hicieron silencio.

Los destaques del segundo tiempo fueron los dos laterales brasileños, Maicon (autor del primero, y sobrenatural, gol) y Michel Bastos, sin olvidarnos de la rigurosa aplicación táctica de la selección de Corea del Norte que aún metió un gol en este que ha sido el peor debut de Brasil en Copas del Mundo.

En los últimos quinientos años.

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